Dra. Alessandra Souza

Nuestra Mujer Positiva es la Dra. Alessandra Souza, odontopediatra apasionada por la infancia y la educación. Inició su camino siendo aún adolescente, guiada por el deseo de cuidar niños con una mirada sensible y técnica. Hoy, suma más de 13 años de actuación clínica exclusiva, es doctoranda, máster y coordinadora de siete grupos de especialización. Con miles de alumnos formados, ella demuestra que es posible unir conocimiento, empatía y excelencia en el cuidado infantil.


1.¿Cómo empezó su carrera?

El inicio de mi camino con los niños comenzó aún en la adolescencia, incluso antes de la facultad de Odontología. Yo era maestra de escuela dominical en la iglesia, y allí aprendí, de manera muy sencilla y verdadera, el valor de la paciencia, del lenguaje afectuoso y del manejo cuidadoso con los pequeños. Fue en ese espacio donde descubrí que mi corazón latía más fuerte por el universo infantil. Desde muy temprano supe que quería ser dentista, pero no cualquier dentista: soñaba con ser dentista de niños. Siempre me encantó el brillo y la espontaneidad de los pequeños, pero también me sentía desafiada y profundamente llamada a cuidar justamente de aquello que era considerado “difícil”: los bebés y los niños especiales, que muchas veces exigen una mirada diferente y un cuidado más sensible.


Apenas concluí la carrera, me sumergí directamente en la especialización en Odontopediatría, y esta elección solo confirmó que estaba en el camino correcto. Luego vinieron el máster y ahora el doctorado, siempre movida por la misma certeza: la de que ciencia y amor caminan juntos cuando se trata de cuidar la salud de los niños.

Cada paso de mi carrera fue construido con este propósito: ofrecer una atención que una conocimiento técnico con acogida humana, porque creo que la Odontopediatría va mucho más allá de los dientes: transforma vidas y recuerdos.


2. ¿Cuál fue el momento más difícil de su carrera?

El momento más difícil de mi carrera fue justamente el inicio. Concluí la secundaria muy joven y entré a la facultad de Odontología a los 16 años, un curso de tiempo completo, casi exclusivo, que finalicé a los 20. A los 22 ya tenía la especialización, y hoy, con 35 años, he finalizado varios postgrados, habilitación en sedación y estoy concluyendo el doctorado.Es decir, empecé muy joven, con “cara de niña” y una manera delicada, lo que para muchos no encajaba con la imagen de una profesional de la salud “seria” y “graduada”. Era común escuchar preguntas como: “¿Pero de verdad es dentista titulada?”. Esto me marcó bastante al principio, porque mi esfuerzo, mi preparación y mi dedicación eran cuestionados no por mi competencia, sino por mi apariencia y edad.


Conquistar ese espacio de autoridad fue, y sigue siendo, un gran desafío. En la clínica, tuve que probar muchas veces que sabía lo que estaba haciendo; y en el ámbito académico, donde la voz principal casi siempre pertenece a profesores mayores y, a menudo, hombres, tuve que luchar por mi lugar, por el respeto a mi palabra y a mi conocimiento. Este camino no fue fácil: hubo momentos de inseguridad, de frustración y de sentir que necesitaba “ser el doble” para tener la mitad del reconocimiento.

Pero, mirándolo hoy, veo que justamente esa dificultad me impulsó a estudiar aún más, a prepararme con profundidad y a desarrollar una voz firme, sin perder la delicadeza que es parte de mí. Transformé aquello que era señalado como fragilidad —ser joven, ser mujer, ser delicada— en marca de mi trayectoria. Hoy, sé que inspiro a muchas alumnas y colegas que viven dilemas parecidos, y eso me da la certeza de que cada obstáculo enfrentado en el pasado se transformó en fuerza para abrir camino a otras mujeres también.


3. ¿Cómo logra equilibrar su vida personal con su vida corporativa/emprendedora?

Equilibrar la vida personal con la vida corporativa y académica nunca ha sido una tarea simple. Desde temprano, tomé decisiones que me llevaron a priorizar el trabajo y los estudios, muchas veces dejando de lado la vida social.


Mientras la mayoría de los jóvenes de 25 años estaban disfrutando de fiestas y discotecas los fines de semana, yo estaba inmersa en las investigaciones del máster, conciliando turnos en la clínica y las primeras experiencias en la docencia. Tanto es así que, todavía hoy, a mis 35 años, confieso incluso con cierta vergüenza que nunca he ido a una discoteca. Pero reconozco que esas renuncias moldearon quien soy: aún joven, pero con una trayectoria académica y profesional bastante sólida.


Hoy, lo que marca toda la diferencia es tener a mi lado a mi marido, quien además de socio, es también mi gran compañero de vida. Él es tan adicto al trabajo como yo, pero, al mismo tiempo, es quien me recuerda la importancia de hacer una pausa, descansar y cuidar de nuestra vida fuera del trabajo. Mientras yo me dedico más a la docencia y a la clínica, él asume la parte administrativa y burocrática de la empresa, y juntos encontramos un punto de equilibrio. Es él quien me toma de la mano cuando se da cuenta de que he pasado demasiadas horas frente al computador, y quien me recuerda que el éxito también se compone de salud, familia y afecto. Este equilibrio no es perfecto todos los días, pero es exactamente esa asociación lo que hace posible sostener una carrera intensa sin perder lo más importante.


4. ¿Cuál es su mayor sueño?

Hoy me dedico integralmente a la docencia, siendo profesora de posgrado, coordinando y dirigiendo siete grupos de especialización en Odontopediatría y siguiendo de cerca el crecimiento de muchas futuras odontopediatras. Esto significa que, de cierta forma, cuido diariamente los sueños de otras mujeres, y esta responsabilidad me realiza profundamente. Al mismo tiempo, nuestra empresa también exige bastante de mi presencia, ya sea impartiendo clases o supervisando las atenciones en el ambulatorio de las clínicas.


Pero, cuando pienso en mi mayor sueño, va más allá de la carrera. Deseo tener más tiempo libre, tiempo de calidad junto a mi familia y a quienes amo. En los últimos años, mi marido y yo hemos soñado con quedar embarazados, pero ante la intensidad de la rutina profesional, esto a veces parece distante y desafiante.


Aun así, sé que cada elección que hago hoy es también un paso para que ese sueño se haga realidad. Mi mayor deseo es encontrar ese equilibrio: seguir transformando vidas a través de la docencia y la odontopediatría, pero también vivir con calma el lado más precioso de la vida: ser madre y construir una familia.


5. ¿Cuál es su mayor logro?

Mi mayor logro fue conquistar mi espacio en la ciencia y en la vida académica, convirtiéndome en una referencia en la Odontopediatría brasileña. No fue un camino simple: el área académica y la ciencia aún llevan marcas muy fuertes del machismo y de estructuras en las que, muchas veces, la voz y el reconocimiento están dirigidos a hombres mayores. Construir autoridad siendo mujer, joven y delicada, exigió de mí coraje, persistencia y una dedicación enorme para probar, día tras día, que mi lugar también estaba allí.


Miro mi trayectoria y me doy cuenta de que, más que títulos, lo que he logrado es el respeto de alumnas, colegas y pacientes, que reconocen en mí a una profesional comprometida en unir ciencia y humanidad. Esta es mi mayor victoria: haber transformado barreras y mostrar que es posible, sí, para nosotras las mujeres, ocupar esos espacios destacados con competencia, firmeza y sensibilidad.


6. Libro, película y mujer que admira (no puede ser la madre).

Un libro que me marcó mucho fue El poder de ser vulnerable (título en español de A coragem de ser imperfeito), de Brené Brown. Me enseñó que la vulnerabilidad no es debilidad, sino una forma de conexión y autenticidad, algo que llevo a mi vida personal y también a la docencia.


Una película que admiro es Figuras ocultas (Estrelas Além do Tempo), que cuenta la historia de mujeres científicas que tuvieron que vencer prejuicios y machismo para conquistar su espacio. Me identifico mucho con esa trayectoria de resistencia y superación en la ciencia.


Y una mujer que me inspira es la Dra. Zilda Arns, médica pediatra brasileña, que dedicó su vida a salvar y cuidar de niños con sencillez, sabiduría y amor. Ella es, para mí, un símbolo de cómo ciencia y humanidad pueden caminar juntas.